Jesús no les dijo a los discípulos: ¡Vosotros debéis ser la sal de la tierra y la luz del mundo!, sino: Vosotros sois la sal de la tierra. Eres la luz del mundo. Cada uno de nosotros ha recibido la gracia de ser la sal de la tierra y la luz del mundo, pero ninguno de nosotros tiene que serlo. Cristo quiere que usemos el don que recibimos en el bautismo libre y voluntariamente por amor a Él para construir un mundo mejor y el bien del hombre.